Esta es una de las mayores canciones de abandonados de la historia y hay detrás de ella un exquisito cuento que solía referir un fanático de la banda que la grabó en la pubertad de los 90.
Según aquel sujeto (un ex compañero de trabajo), la musa fue una joven y rubia modelo de gran fama por aquél entonces.
Parece que ella se valía de sus finos encantos para juntar amores indiscriminadamente y también se presume, a juzgar por la franqueza del poeta, que su mayor encanto residía en la deliciosa forma de sus piernas. Quizás también en el tacto pero es un dato que no tengo.
El autor de la canción, un destacado miembro de la cultura rocker local, se disputaba a la rubia con un presentable joven de la burguesía que finalmente -y previsiblemente- se la quedó.
El rockero siguió adelante pese al abandono y hoy anda por la vida llenando estadios.
Ella se casó con el burgués y goza de un presente lleno de satisfacciones, al menos económicas.
El marido, en tanto, es actualmente gobernador de la provincia de Buenos Aires.
En fin, será sólo un cuento, pero no se puede negar que es de lo más exquisito.
No es la versión original sino una toma de ensayo. La canción se titula Tarea Fina, el abandonado se hace llamar Indio Solari, y a los otros dos se los dejo a ustedes.
Unas lindas canciones. Algo tristes.
Pero así es como finaliza un martes supongo yo. O así es como finaliza mi martes personal.
En la superficie no se parecen pero en el fondo tienen el mismo barro.
Cae sobre las mujeres relacionadas afectivamente con músicos el estigma de ser poco comprensivas con la actividad artística de sus respectivos pololos.
Dícese de ellas que atosigan a sus enamorados con egoísmos de toda estirpe.
Júzgaselas carentes de todo sentido de la oportunidad.
Condénaselas esgrimiendo acusaciones tan variadas como polémicas.
El mundo es muy cruel con las minas de los rockeros.
En ese sentido no son pocas las que portan la camiseta de la hinchapelotas número uno.
Y entre ellas abundan las que son tachadas con la cruel pero aparentemente inevitable comparación con la muy célebre Yoko Ono.
Esta canción las reinvindica. Esta canción las comprende.
Esta canción dice cuánto las amamos pese a que nuestras guitarras nos separen de ellas.
Palo Pandolfo en la primavera democrática de los 80 con su banda Don Cornelio y la zona haciendo Ella Vendrá, tal vez el único hit de aquella agrupación que hoy se debate en los oscuros pasillos del olvido.
Si vieron el video de James Brown y piensan que salir al escenario después de eso es tarea de titanes o en su defecto de locos de atar, en principio estoy con ustedes: lo de ese muchacho fue algo completamente demoledor. Pero no lo fue todo. Por aquella época un alegre grupo de cinco muchachos londinenses hacía su segundo intento por entrar al mercado yanqui bajo el imperativo excluyente de no fallar bajo ningún concepto. El destino, como queriendo jugarles una broma de mal gusto, les puso a James Brown como número anterior, el mismo día, en el mismo programa. Cualquier banda hubiese acusado el golpe, enfundado la mandolina y pegado la vuelta a nado limpio por las frías aguas del Atlántico. Pero, señores, ellos eran los Rolling Stones y no tuvieron ningún reparo en tomar el toro por la cornamenta y hacerlo bife. Aquí está el registro. Viva el Rock & Roll.
Las playas de California, en el sudoeste del imperio troglodita y facho-ultrareligioso de los Estados Unidos, fueron desde tiempos remotos escenario de grandes epopeyas musicales.
Se cuentan por miles las agrupaciones que desde allí se propulsaron hacia la estratósfera de la fama indiscutida y las ensaladas de groupies.
Entre ellas están por ejemplo Los Beach Boys, Los Red Hot Chili Peppers y... Bueno, creo que no hubo ninguna más.
Hoy volvía de Merlo y en el tren una chica pasó por mi lado con una remera que tenía la frase I get around, nombre de esta pieza que es un claro valuarte del rock playero californiano de los 60.
Metanlé nomás y no repriman el movimiento de caderas, que se presta el día.
El T.A.M.I. Show fue un famoso programa de la televisión estadounidense de los años 60.
Salvo los Beatles, por allí pasaron los mayores junigransiete de la música pop-rock de la época, como por ejemplo este incomensurable personaje llamado James Brown.
No es una canción sino dos. Quizás en el fragor del día les parecerá demasiado detenerse 11 minutos y pico para ver un video, lo cual es comprensible. Pero déjenme decirles que valdrá la pena cada segundo invertido en el disfrute de lo que viene. Sé que, como yo, se sentirán frente a una joya de la cultura contemporánea.
La dramatización en el primer tema (Please, please, please) y el baile en el segundo (Night Train) son algo sencillamente humillante.
Tal vez sea la letra, porque es belleza simple y cotidiana, una sucesión de palabras austeras pero de una efectividad rotunda.
Quizás sea la música, porque es tan sencilla como la poesía, un fluir de soniditos tenues, una presencia respetuosa, una expectativa llena de modestia.
A lo mejor es el mensaje, porque parece una confesión en la penumbra del cuarto o un pensamiento de novia que te mira sin decir nada.
Aunque también puede ser la voz, que se hamaca entre el gemido de ternura y el grito de dominación.
Esa voz incorrecta, atorranta. Esa voz que viene nada menos que de esa boca, de esos ojos, de esas manos. De ese cuerpo.
Es posible que sea por todo eso junto. Para mí es una de las mejores interpretaciones femeninas en español.
Hubo entre mediados de los 70 y principios de los 90 en Inglaterra una gran orquesta de rock llamada Talking Head, algo así como las cabezas parlanchinas. Pese a que el nombre sugería cierta jocosidad la banda era cosa seria. Prueba de ello es este famoso corte llamado Psicho Killer que espero disfruten a pata ancha. Es martes de cover por lo tanto se amerita la presencia de algún copión disfrazado de homenajeante. Para asumir ese rol llega la inefable Orquesta de Ukeleles de Gran Bretaña, un grupo de pandilleros sin escrúpulos dispuestos a vivir de arriba tocando canciones ajenas con una guitarrita de esas que caen de las piñatas. Eso sí, de smoking.
Pasadla bien, que salió el sol.
Feliz martes, estimados co-equipers.
Antonio Birabent, hijo de Mauricio "Moris" Birabent, alardeaba allá por mediados de los 90 de la nula inspiración que le provocaba la precipitación de aguas desde el tierno firmamento. A contramano del bueno de Antonio, muchos otros artistas en el mundo se vieron conmovidos por el mencionado fenómeno meteorológico, pariendo bellas piezas musicales que supieron ofrendar a la posteridad. A riesgo de caer en los lugares comunes más indignantes, esta respetuosa selección se propone honrar a la dulce lluvia de este viernes. Sé que en el fondo humilde de vuestros corazones acompañarán mi propuesta con entusiasmo y algo de melancolía. Es posible también que mientras suenen las canciones se aproximen a sus ventanas para ver el torrente deslizándose del otro lado del vidrio.
Hoy domingo ensayo con mi banda. En Merlo, oeste del conurbano. Una vez más, como cada fin de semana, regreso para hacer ruido con mis amigos. Y como pasa cada vez que voy en el tren, en algún momento del viaje recordaré esta preciosa obra llamada Nocturno a mi barrio, del gran Aníbal Troilo. La comparto con ustedes con la esperanza de que esta tarde, como dice el poema, jueguen a mi lado, para estar más cerca de mi corazón.
No importa que muchos lo hayan creído: la madrina del punk no es Violencia Rivas. Sí lo es en cambio esta papusa nacida en el partido estadounidense de Chicago el 30 de diciembre de 1946. Como buena capricorniana, ella también es pasional y cabrona, características que supo volcar en sus múltiples y destacadas interpretaciones. Es muy probable que el tándem Saborido-Capusotto se haya inspirado en esta canción para crear al personaje mencionado en la primera oración de este texto. Apreciarán ustedes el modo en que nuestra papusa de hoy va levantando temperatura con el correr de la canción y recordarán a la querida Violencia con total seguridad. La niña se llama Patti Smith y la canción, un clásico del rock, se llama Gloria. Disfrutadla.
En un viaje de pepa, naturalmente. Esta canción se llama On with the show y fue editada en el 67 como parte del disco Sus majestades satánicas. Un flash total. Feliz lunes de rarezas.
La gran puta, piensa uno y se atormenta. Pero el amor es una parte crucial de la vida humana y está ahí quiera uno o no. Y, vieron cómo es, por ahí viene como uno no quiere pero viene como es y bueno, carajo, qué se le va a hacer, viene. Esta es la historia de dos hermanos de la vida que lamentablemente sucumbieron a los encantos de la misma mina. Ingleses ellos ambos, fríos como la madre que los parió. Imagínensé el poder que tendría la guacha esa para ponerlos así a los dos. Y lo tenía. Colorada, ojos azules, una boca así de gordita y unos dientes rarísimos, exquisitamente sugestivos. Ellos, además de ingleses, tremendamente talentosos. ¿Qué iban a hacer? Escribirle canciones, qué otra cosa sino. El oficial, con libreta y todo, era George Harrison, un Beatle y punto. El segundo, Eric Clapton, que no era un Beatle pero se hacía llamar Dios, calculen. Y la colorada en el medio sarandeándolos para todos lados como si fueran muñecos de plastilina. El primero se casó con ella pero el segundo la amó siempre en silencio, hasta que un día, mientras el primero dormía la mona, se la terminó quedando.
En fin, tal vez, como decía mi amigo Pablo, ninguna mina se merezca semejante canción como la primera. Yo, que no soy tan extremista, apuesto porque sí y aunque la primera canción me parece imbatible, le pongo unas fichas a la segunda.
Por el amor de Alá escuchen los solos de guitarra de Clapton en esta canción y sientan cómo se puede llorar de amor con una guitarra eléctrica.
Ella es un ejemplo de papusa todoterreno. Quizás la mayor prueba de esto sea el hecho de que acaba de cumplir sus primeros 100 años de vida y que sigue cantando todavía para bien de las almas sensibles. A lo largo de su extensísima carrera se codeó con los más grandes del tango y la canción criolla y fue, según cuenta la leyenda, la musa del poeta Homero Manzi para su tango Malena. Además es una mujer muy comprometida políticamente lo que la llevó en los años 40 a adherir sin condiciones al gobierno de Perón. Por esa causa, tras la caída del líder, sufrío también persecuciones y censura durante mucho tiempo. Se llama Nelly Omar y esta canción, que deja en claro con qué determinación asumió su rol de militante de la cultura, se titula La descamisada. Ojalá puedan apreciarla al margen de todo preconcepto. Saludos.
Mitad eufórico, mitad pataleando, en la pubertad de los 60, el mundo asistió a la aparición contundente de cuatro pebetes de las barriadas de Liverpool que a fuerza de talento, carisma y efectivo chingui-chingui le dijeron acá estamos y ahora te quiero ver.
El desparramo que armaron, como todos sabemos, fue demoledor. Sus canciones ejercieron tal influencia que al día de hoy son responsables de millones de persuadidos a nivel mundial y algún que otro embarazo no deseado.
Entre los convencidos se cuentan por ejemplo los Byrds, unos pibes yanquis de California que, tras escuchar el temprano single Love me do, largaron el folk que venían haciendo, se treparon al submarino amarillo y a otra cosa negra sosa.
En las tiernas pampas, unos cuantos metros más allá de California (y de Liverpool ni te digo), un brillante adolescente de apellido cualunque, en actitud similar a la adoptada por los Byrds, mordía también el anzuelo, cajoneaba las partituras de música clásica y se dejaba convencer por esos cuatro atorrantes de flequillo y trajecito, dando inicio a una de las historias más potentes del rock nacional.
Curioso es que el segundo haya querido grabar un tema de los primeros. O tal vez se trate de una especie de guiño entre hijos del mismo padre. Hermanos que les dicen.
En homenaje a los Byrds (y no a los Beatles que de tan buenos ya me tienen podrido) llega este cover de la mano de nuestro querido neo-pipón Carlos Alberto García Moreno. Es obligatorio disfrutarlo. Adiós.
Eddie Vedder es el cantante de Pearl Jam, eso lo sabe cualquiera. Y es un artista crítico y consecuente, cosa que saben algunos. Lo que pocos saben es que toca el ukelele y que tuvo agallas para grabar un disco entero con canciones en las que se acompaña a sí mismo con ese instrumento. Esta es una pieza encantadora de ese material, una canción que seguramente animará a más de uno a buscar la placa en internet y proceder al correspondiente choreo. Se llama Without you y dice así:
Era poeta y novelista. Pero dicen que además quería cantar y no se animaba porque su voz no era lo que se suele calificar como "presentable". Hasta que un día oyó a un tal Bob Dylan y se dijo para sus adentros: "si este canta yo también, qué joder". Inició entonces una carrera como vocalista que hoy tiene ya unas décadas de buena vida y varios discos grabados. Es un presente para las damas de este grupo, que sabrán apreciar la buena voluntad lírica y estética de este señor, así como también su sencilla pero muy sensiblera poética. Se llama Leonard Cohen y la canción se titula I'm your man.
Es rara Bjork. No se sabe bien qué tiene pero se descuenta que no es de este mundo. Los periodistas lo saben. Escapa como pocas al oficio de los clasificadores, que después de oírla se encierran en el baño a llorar aturdidos. Cuando canta, todo lo demás desciende a un humilde segundo plano. Corresponde sentarse y oírla, dejarse acariciar por esa voz tan imprevisible y oscura. Es preciso resistir el placer de mirarla, cerrar los ojos y conectarse con el alma en pena que habita su pecho y que sale de a pedazos en cada una de sus interpretaciones. En la apertura de esta sección y para dar comienzo a la primavera de este año, una hermosa versión del tema Unravel.
Los covers son cosa rara. En general postulo que nunca la versión posterior opaca al original. Pero a veces, a qué negarlo, mis convicciones más firmes entran en crisis como en este caso. Evalúen ustedes y después vemos.