viernes, 30 de diciembre de 2011

Superpapusa

Ana Laura nació, dicen, en San Telmo, en 1904 y en el seno de una familia pobre que, a sus cuatro años de vida, debió afrontar la partida del padre de la casa, víctima de la tuberculosis. 
La vieja, que tenía que laburar para parar la olla, la dejó al poco tiempo en una una guardería porque no podía mantenerla. 
Después se mudó con un tío que desde papusita la hizo trabajar como sirvienta en una estancia "sin ofrecer ni un sólo gesto de ternura", según sus propias y melancólicas palabras. 
Una vez crecidita, llegó al mundo del espectáculo, espacio donde se consagró y escribió su nombre con fuego para que nadie ose jamás olvidarla. 
La fama no la alejó del sufrimiento. En pleno estrellato cayó muerta de amor por otro famoso de su tiempo; un moncho que estaba en otra y, pese a que la amaba mucho, nunca dejó a su mujer para corresponderla plenamente.
Filmó más de treinta películas, algunas de ellas cumpliendo con actuaciones soberbias, como en Los isleros; estrenó otras tantas obras teatrales; brilló en radio y televisión y grabó un enorme catálogo de canciones que son prueba de un estilo canyengue y arrabalero extraordinario. 
Murió en la navidad de 2002, en un país que, ahogado por las cenizas del peor incendio de su historia, ni siquiera se enteró de que ella iba de a poco dejando la vida en la sala de una clínica. 
Nunca jamás ninguna le hizo sombra. 
Excepto la vida.
No habrá ninguna igual, no habrá ninguna.




jueves, 29 de diciembre de 2011

Estupenda fealdad

Siempre listo para despacharse con un libro gordo, el semiólogo italiano Umberto Eco, publicó en 2007 su Historia de la fealdad, que viene a ser una continuación de un texto anterior llamado Historia de la belleza. 
El argumento del tano era sencillo pero lógico: una belleza es definida siempre por una fealdad. Son caras de una misma moneda y no existe la una sin la otra. 
En tal sentido, en el libro en cuestión, el autor rescata un valor de la fealdad no muy tenido en cuenta cuando dice por ejemplo que "Las sombras contribuyen a que las luces resplandezcan mejor". Esta frase, además de ser una buena razón para salir corriendo al Parque Rivadavia, es todo un consuelo para la populosa comunidad internacional de feos, que este cronista integra con angustiosa resignación. 
Ilustra este breve comentario una canción argentina interpretada por alguien que no ha sido consagrado como el más grande de todos debido a su ostensible fealdad, rasgo imperdonable para la industria cultural. 
Seguramente, siguiendo a Eco, nuestro personaje de hoy es la contracara de una moneda que en su lado resplandeciente tiene impresos el talento, la percha, y la sonrisa del morocho del Abasto. Y contra algunas verdades es vano todo sudor. 


miércoles, 28 de diciembre de 2011

Balada de los inocentes

Nunca ha sido fácil la relación entre los medios de comunicación y los artistas.
Normalmente ocurre que los primeros se creen con la autoridad para formular juicios de toda estirpe sobre los segundos y éstos, por su parte, tienden a sumirse en la paranoia absoluta respecto de la acción de los primeros.
Estos contrapuntos se cuentan por millones en todas las ramas del arte. 
Por poner un caso vinculado al rock, en su momento fue muy divertido el enfrentamiento entre la  honorable banda Divididos y un periodista del palo, cuyo nombre no consigo recordar. En el tema Paraguay, los muchachos de Hurlingham cantaban: "Siento las biromes sobre mí del periodista que se muere por tocar". Tras la estocada del trío del oeste, la respuesta del hombre de prensa no tardó en llegar en forma de parafraseo: "...de rockero que se muere por escribir... Bien". A ácido, ácido y medio pareció ser la consigna. 
Para analizar esta constante medición comparativa de porongas, lo interesante, amigos míos, es el rol que desempeñan los fantasmas, porque un sencillo ejercicio de reflexión haría notar rápidamente a los miembros de los supuestos dos bandos que son parte más bien de un mismo colectivo. En relación con las empresas periodísticas por un lado y con las empresas discográficas por el otro, éstos y aquellos son en el fondo la misma cosa: trabajadores. 
Lo cierto es que el periodista tiene todos los días para descargar su artillería mientras que el músico sólo puede hacerlo en el mejor de los casos una vez al año, cuando graba un disco. 
Considerando que la asimetría en el reparto de palos en cierto modo favorece a la prensa, Volumen III toma partido por los músicos y comparte estas sencillas pero efectivas tonadas sobre periodistas y medios de comunicación, aunque no sean la misma cosa. 



                                        



jueves, 22 de diciembre de 2011

Hoochie Coochie Buenos Aires

Apiádese la divinidad de turno de las pobres almas que no escucharon todavía a la mítica agrupación Manal, una de las columnas sagradas del rock criollo.
Formada a fines de los 60 por el baterista, compositor y cantante Javier Martínez, el distinguido bajista Alejandro Medina y el irrepetible violero Claudio Gabis, Manal integra el tridente iniciático del rock nacional que completan Los Gatos y Almendra.  
Manal es el nacimiento del blues en castellano: inventó un sonido de fuerte identidad porteña y al mismo tiempo definió un estilo poético que se adaptó exactamente a las más finas exquisiteses de un género hecho para ser interpretado en inglés. 
En tal sentido, la destreza de Javier Martínez para dominar el idioma lo acabó por convertir en un referente incuestionable para muchos, especialmente, según estimo, para el Indio Solari, otro de los grandes 
maestros de la palabra.
Una de las perlas de la lírica de Manal es su fidelísima percepción los hechos de la vida cotidiana. En ese orden, me permito compartir tres piezas que resumen las virtudes señaladas en los párrafos precedentes. Son dos situaciones de enamoramiento platónico callejero que ustedes sabrán reconocer como propias y un diálogo implícito a manera de lista de consejos, para que la frustración no sea tan desesperante.
Déjense tocar por la voz demoledora de Javier y por los precisos redobles de sus tachos; regálense el placer de sentir el fraseo ingobernable de Claudio; entréguense a los sumbidos descomunales de Alejandro.
Y, si no les gusta, bueno... Después vemos. 


 


miércoles, 21 de diciembre de 2011

Cosa de papusas

Tan precoz fue la carrera de Lhasa de Sela como prematura su partida de este mundo. 
A los 13 años ya andaba subiendo a los escenarios con su vocecita y sólo unos pocos después 
grabó su primer disco, La llorona.
Dentro de un puñado de horas, su ausencia cumplirá dos años. 
Rápido de reflejos, Volumen III se anticipa a los recordadores de finados y se complace en presentar a dos papusas que la recuerdan con una ejecución extraordinaria de su tema El pájaro

Gozad. 




lunes, 19 de diciembre de 2011

De piedras, simientes y vidas

Jade es el nombre de una piedra preciosa de las tantas que brillan en las vidrieras de las joyerías. 
Más allá de su utilidad mercantil, se trata de un mineral que encarna significados muy ricos para culturas de lo más diversas; sentidos que curiosamente son más próximos entre sí de lo que podría imaginarse.
Los chinos de la antiguedad -y quizás también los del supermercado- pensaban que el jade era esperma seco de dragón y lo creían dotado de propiedades sobrenaturales, motivo por el cual lo usaban como amuleto para la buena suerte e incluso como insumo para la fabricación de armas. 
Muchos kilómetros más acá, en la América precolombina, los aztecas y los mayas coincidían con los chinos en el culto del jade, al que atribuían las virtudes de la creación, la vida, la fertilidad y el poder. Se puede decir que tan lejos del esperma de dragón no estaban los pibes.
Por causa de los vaivenes de la naturaleza, el aspecto del jade es verde, color que algunos occidentales relacionamos con la esperanza, la calma y la paz interior. 
Al margen de la proximidad que denotan estas concepciones, existe una diferencia que separa a los occidentales de los chinos, los aztecas y los mayas y es que estos últimos se negaban a oír los discos de Luis Alberto Spinetta. Aunque es preciso reconocer que muchos occidentales también y así estamos.
A propósito, la quinta banda del flaco se llamó Spinetta Jade y, razonablemente, sus canciones versaban entre otras cosas sobre la vida, la esperanza y el sexo, piedra fundamental si las hay. 
Oigan estas bellas sinfonías eléctricas y siéntanse libres de meditar concentrados en el verde de esa piedra preciosa o de la otra piedra verde que no será tan brillante pero que también tiene propiedades exquisitas.



El peine que te da la vida

Sugieren los cándidos que no hay edad para el amor. No es cierto. 
A contramano de la sólida personalidad que uno pueda llegar a forjar a fuerza de complejas lecturas, de composiciones, de estudio, de versificación, el cuerpo insiste en avanzar sin renuncios por la autopista de la decadencia, al cabo de la cual se hallará convertido en una indeseable masa de arrugas, cansancio y mal humor. 
Los hombres, formados socialmente como máquinas de conquista, vivimos con particular angustia esta verdad tan espantosa. Pero de ningún modo presentamos la renuncia. Insistimos, como si no existiera la debacle. Reincidimos, como si no fuera cierta la tragedia. 
Volumen III propone dos canciones para reflexionar sobre ese estúpido empecinamiento humano en ser lo que tal vez nunca se ha sido. Y en pos de ese propósito sagrado se permite juntar a Carlitos Gardel con Los Piojos. 

Buenas noches, queridos amigos.




sábado, 17 de diciembre de 2011

El riff de la semana

El rock es el camino, estimados lecto-oyentes de este espacio. 
Y el rock, aunque muchas veces lo ignoremos, es mucho más que un tónico polifónico, mucho más que un grito bien dado, mucho más que una guitarra distorsionada estallando contra el suelo. 
El rock es también una estética. 
Conciente de esa barbaridad, el Violinista del Titanic rompió el cerdito y puso todos sus ahorros al servicio del placer de vuestros ojos, como podrán apreciar. 
Para celebrar la inversión se hizo traer desde el propio infierno la voluntad del gran Norberto Napolitano, que ha tenido el tino de venir con un ejemplar de su gran obra maestra, el disco Pappo's Blues Volumen III, inspirador absoluto de este foro ya no tan humilde. 
La canción, amigos, es Sucio y desprolijo.
¡Romped la puerta a cabezazos!

martes, 13 de diciembre de 2011

Compendio de metáforas venéreas

"¿Cómo poder abordar eso que a veces es amor?", se pregunta el siempre atribulado Luis Alberto Spinetta en Sexo, una vieja canción de su autoría.
Si es correcta la mirada del psicoanálisis cuando afirma que el sexo es la forma que tiene el sujeto para aproximarse a su fantasma y obtener una satisfacción, la sensibilidad del Flaco para captar el caos de la vida da una vez más un certero martillazo en el clavo: no hay saber sobre el sexo sino, como mucho, una aproximación imaginaria al objeto de deseo.
Y ahí te quiero ver.
Al pobre humano sólo le quedan las preguntas, los acercamientos al voleo, el azar, la completa inseguridad, cosas que en el mejor de los casos tendrá oportunidad de volcar en un cuadro, en un escenario, en un libro o en un disco.
Esta mañana les ofrezco dos aproximaciones musicales a la cuestión del sexo; una pareja de metáforas que no por populares y masivas son menos fieles a los postulados de Freud y Lacan.
La primera corresponde al ilustre bluesman Howlin' Wolf y en un tramo de su letra dice: "Soy el tipo de la puerta de atrás / los hombres no, pero las nenitas saben a qué me refiero".
La segunda tiene raíces bluseras pero es argentina, de modo que será sencillo reconocer la situación que plantea.

Pegajoso martes para todos.
 


lunes, 12 de diciembre de 2011

Quiénes somos después de todo

La palabra "quien" admite definiciones múltiples que, sin embargo, no alcanzan a desentramar el misterio que la rodea.
Puede ser un pronombre relativo, un pronombre interrogativo o un pronombre indefinido según el contexto de la oración, cosa que también puede complicar dramáticamente la interpretación del sentido.
En particular, bautizar a una banda de rock con el nombre Los Quién propulsa la dificultad intrínseca de la palabra a un nivel difícil de sobrellevar para cualquiera. Pero en este caso es excitante, porque cabe destacar que la complejidad del nombre tiene su correlato en la del producto, cosa que no sucede habitualmente en el universo de la cultura de masas.
Toda esta sarasa para presentar dos impecables obras de esta insigne nave inglesa que brillara entre mediados de los años 60 y 70, hasta la muerte de uno de sus mayores cuadros, el baterista Keith Moon.
El primer video da cuenta de una presentación en la TV, donde el grupo bromea con una suerte de Petinatto yanqui para ejecutar luego el superhit My generation, que si bien es play back, es un brillante ejemplo de cómo una banda debe poner el lomo en un estudio de televisión, mirar una cámara, elegir vestuario y reflexionar seriamente sobre el uso de pirotecnia. El segundo es Behind blue eyes, una de las mejores canciones del grupo, según la humilde consideración de Volumen III y su presidente, el violinista del Titanic.



jueves, 8 de diciembre de 2011

La violación de la semana

Sepa la audiendia de Volumen III que el estatuto de la casa prohíbe expresamente la militancia religiosa y que, debido a ello, será vano aguardar la más mínima veneración musical a la Virgen María en el día de su presunta inmaculada concepción.
En cambio nada dice la normativa sobre recordar fechas de defunción, un recurso que este medio explota de manera inescrupulosa pero inevitable dado el apego a la mortandad de la mayoría de los grandes músicos.
Es menester entonces conmemorar a uno de los más grandes personajes de la siempre polémica industria cultural, finado él desde luego.
Las canciones elegidas a tal fin curiosamente violan de alguna manera la recalcitrante irreligiosidad de este espacio, puesto que son, cada una a su manera, algo así como una veneración a la purísima santa que todos los hombres vemos en nuestras madres.
El fiambre del día es el grandísimo y profundamente extrañado John Lennon, a 31 años de su despedida a corchazo limpio, y los temas son Julia, grabada con los Beatles, y Mother, de su etapa solista.

Viva la Virgen de Liverpool.



miércoles, 7 de diciembre de 2011

Efemérides rockera

Jesse James fue un célebre bandolero del far west norteamericano.

Un día como hoy, hace 146 años, perpetraba junto a sus cuates uno de sus más renombrados atracos a un banco, dando lugar a un episodio de esos que a mi padre le complace ver en la siesta de los sábados, patas para arriba, en su somier nuevo.
 
Todo esto es una excusa para poner un tema de Ron Wood, inefable segunda viola de los Rolling Stones, personaje simpático, drogadicto entusiasta, borracho entrañable y pintor nunca bien ponderado.
 
¿Qué tiene que ver Ronnie con aquél buen ladrón a caballo? No mucho, pero se ve que lo admiraba porque bautizó a uno de sus hijos con su nombre.
 
Wood es el Stone más prolífico como solista. Esta canción de su álbum I've got my own album to do, en la que participa Mick Jagger, se llama I can feel the fire, acorde con estos días de tanta papusa en paños livianos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

El padre de todos los Covers

En materia de repeticiones estos muchachos rompieron el molde, digamos.

Mi modesto pero incuestionable criterio apuesta el sueldo a que este es el mejor cover de todos los tiempos.

Cuenta la leyenda que salió por casualidad, cuando la banda se proponía componer un blues al estilo Dazed and confused o You shook me de Led Zeppelin y al cantante se le ocurrió entonar sobre la base una célebre letra del folklore nacional.

Fue en 1993, un año en el que ya había suficientes pruebas para sostener que este país se metía de cabeza en la Era de la Boludez.

El disco fue producido por Gustavo Santaolalla, la superbanda que ejecuta es Divididos con su mejor formación (Arnedo-Mollo-Gil Solá) y el original no necesita presentación.

Gozadlo.
 

 

sábado, 3 de diciembre de 2011

Papusa a prueba de palos

En la fresca primavera de sus 19 años, esta cachorra fue sorprendida por un automóvil que la levantó por los aires cuando venía de jugar a los fichines o algo. Instantes después y Ley de Gravedad mediante, debió caer de cabeza en el asfalto con las complicaciones que ello implica.
Toda pachucha, en la cama de un hospital, sin poder caminar y apenas hablando alguna palabra que otra, la pobre se adentró previsiblemente en los pantanosos confines de la depresión. Pero su ángel de la guarda no tardó en aparecer para ponerla al tanto del futuro que le esperaba.
Este personaje no era otro que el médico que la atendía, quien le recomendó concentrarse en el canto y la guitarra como vía para paliar el sufrimiento del alma, que a esa altura le punzaba más que la propia sabiola.
Nuestra papusa le hizo caso, se puso a componer, al poco tiempo grabó, alguien la escuchó y hoy goza de un notable presente artístico para alegría de los corazones dulces.

Su nombre es Melody Gardot y la canción que comparto se llama Cry Wolf, algo así como Lobo llorón.