La música, bálsamo por excelencia, se hace cargo de este sufrimiento estival y lo combate con heroísmo.
A falta de océano, río, laguna, pileta, terraza, manguera, bombuchas, baldes y tiempo libre para ejercer la pereza, buenas son las canciones.
Demasiada presión, demasiado sudor, demasiada ocupación, refugios estrechos de chapa para esperar un bondi que vendrá lleno y sin aire acondicionado.
Paredes que chupan temperatura todo el día y que luego no te dejan dormir en la noche.
Cerveza, mucha cerveza que resulta siempre poca, muy poca cerveza.
Cerveza, mucha cerveza que resulta siempre poca, muy poca cerveza.
Asfaltos corpulentos transpirando más calor, exhalando vibraciones de verano; un calor del demonio, un verano asqueroso y arrogante, una desesperación incontrolable, pegajosa y húmeda que cada tanto se apacigua en el oasis de un escote generoso.
Cuarenta grados en Buenos Aires.
Demasiado castigo.
Danza de la lluvia, ahora.
Amé.Exijo más. :)
ResponderEliminarCheiquirisi.
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