martes, 10 de enero de 2012

Ciudad sofocada

La música, bálsamo por excelencia, se hace cargo de este sufrimiento estival y lo combate con heroísmo. 
A falta de océano, río, laguna, pileta, terraza, manguera, bombuchas, baldes y tiempo libre para ejercer la pereza, buenas son las canciones.  
Demasiada presión, demasiado sudor, demasiada ocupación, refugios estrechos de chapa para esperar un bondi que vendrá lleno y sin aire acondicionado. 
Paredes que chupan temperatura todo el día y que luego no te dejan dormir en la noche.
Cerveza, mucha cerveza que resulta siempre poca, muy poca cerveza. 
Asfaltos corpulentos transpirando más calor, exhalando vibraciones de verano; un calor del demonio, un verano asqueroso y arrogante, una desesperación incontrolable, pegajosa y húmeda que cada tanto se apacigua en el oasis de un escote generoso. 
Cuarenta grados en Buenos Aires. 
Demasiado castigo. 
Danza de la lluvia, ahora.




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