lunes, 16 de enero de 2012

Son las cosas de la vida, son las cosas del poder

"No habrá risa; no habrá arte; ni literatura ni ciencia; sólo habrá ambición de poder, cada día de una manera más sutil". George Orwell, extraído de la novela 1984.

Más allá de la inquieta naturaleza del hombre, de su persistente voluntad de ser, del deseo que lo constituye como presa de una necesidad constante que solamente hallará consuelo en la muerte, existe una fuerza mayor que lo trasciende y que se llama poder. 
El poder no es un instrumento de determinada clase de hombres, no es un cargo de jerarquía social, no reside en la posesión de bienes materiales, ni en la ostentación de armamento alguno sino que es una construcción social que está por encima de todos. Es quizás la más grande de las obras de la humanidad; una realidad absolutamente abarcativa y terroríficamente flexible, capaz de ir siempre un paso más allá y desarrollar una nueva forma de vigilancia y control de su propio creador, el hombre. 
Claro que como buena construcción humana tiene sus imperfecciones. Así, lo que en la mayoría de los casos se esconde bajo el manto de ultrasutiles mecanismos abstractos a veces se revela ante la mirada de cualquier poligrillo como una cosa grosera y carente de toda pretensión estilística.
El triunfo del poder consiste en lograr la aprobación general de todas sus razones: que es necesario invadir un país porque está lleno de terroristas, que están bien el secuestro, la tortura y la desaparición para salvar a la patria de los subversivos, que no queda más alternativa que poner cámaras en todas las calles (y algún día dentro de todas las casas) para combatir a la delincuencia, etc. 
Es decir que más allá de sus trucos, el poder cuenta con lo peor de todos  nosotros; nuestra cobardía, nuestra ignorancia, nuestra indiferencia. 
Espantado hasta los huesos por la  noticia de un nuevo paso en el eterno camino vencedor del poder, en este caso gracias a las infames camaritas de seguridad, comparto esta canción que es una muestra de la victoria cotidiana de la vigilancia.

"La delincuencia, con los agentes ocultos que procura, pero también con el rastrillado generalizado que autoriza, constituye un medio de vigilancia perpetua sobre la población: un aparato que permite controlar, a través de los propios delincuentes, a todo el campo social". Michel Foucault



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